Imagina un tiempo antiguo en el que las plantas eran la farmacia de la naturaleza. Entre ellas, una en particular capturaba la atención de curanderos y chamanes: el cannabis. Esta planta, venerada por sus propiedades medicinales, fue usada para aliviar el dolor y curar dolencias mucho antes de que la ciencia moderna comenzara a desentrañar sus secretos. Hoy, en un mundo donde las alternativas naturales vuelven a ser buscadas, el cannabis ha resurgido como un aliado en la medicina.
Con el avance de la investigación, se ha descubierto que los compuestos activos del cannabis, los cannabinoides, interactúan con el sistema endocannabinoide del cuerpo, un sistema clave para regular funciones como el dolor, el sueño y el apetito (Panossian & Wikman, 2010). El cannabidiol (CBD ver nuestra sección de productos con este compuesto), uno de estos compuestos, ha ganado popularidad por su capacidad para reducir la ansiedad y mejorar la calidad del sueño, mientras que el tetrahidrocannabinol (THC) se utiliza para aliviar síntomas como náuseas y pérdida de apetito en pacientes sometidos a tratamientos difíciles, como la quimioterapia (Kaur et al., 2017).
La ciencia también ha empezado a revelar el potencial del cannabis para modular la respuesta inmunológica. Estudios recientes han mostrado cómo sus componentes pueden ayudar a equilibrar el sistema inmune, lo que podría beneficiar a personas con enfermedades inflamatorias o autoinmunes, como la artritis o la esclerosis múltiple (Panossian, 2017).
Sin embargo, el uso del cannabis no está libre de desafíos. Como advirtieron Davydov y Krikorian (2000), la supervisión médica es crucial, ya que los efectos psicoactivos del THC pueden no ser adecuados para todos. El enfoque debe ser encontrar un equilibrio, aprovechando sus beneficios mientras se minimizan los riesgos.
Así, el cannabis, una planta ancestral, sigue desempeñando un papel importante en la búsqueda moderna de la salud, brindando una esperanza renovada para quienes buscan alivio.
Referencias
Davydov, M., & Krikorian, A. D. (2000). Eleutherococcus senticosus (Rupr. & Maxim.) Maxim. (Araliaceae) as an adaptogen: A closer look. Journal of Ethnopharmacology, 72(3), 345-393.
Kaur, P., Robin, Makanjuola, V. O., Arora, R., Singh, B., & Arora, S. (2017). Immunopotentiating significance of conventionally used plant adaptogens as modulators in biochemical and molecular signalling pathways in cell mediated processes. Biomedicine & Pharmacotherapy, 95, 1815-1829.
Panossian, A. (2017). Understanding adaptogenic activity: Specificity of the pharmacological action of adaptogens and other phytochemicals. Annals of the New York Academy of Sciences, 1401(1), 49-64.
Panossian, A., & Wikman, G. (2010). Effects of adaptogens on the central nervous system and the molecular mechanisms associated with their stress-protective activity. Pharmaceuticals, 3(1), 188-224.
Rege, N. N., Thatte, U. M., & Dahanukar, S. A. (1999). Adaptogenic properties of six rasayana herbs used in Ayurvedic medicine. Phytotherapy Research, 13(4), 275-291.